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domingo, 30 de octubre de 2011

Beautiful Darkness_cap cuatro

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Capitulo Cuatro
Decisión
Bella POV
El viento pegaba contra mi rostro, despeinando mi cabello, ondeándolo hacia todos lados. Sentí los primeros rayos del sol chocar contra mi dura y fría piel de vampsolt. Cerré mis ojos disfrutando de la sensación cálida que dejaba sobre mi rostro. A pesar de que no cambiara en nada su temperatura, al menos se sentía relajante.
-¿Bella? –me llamó Kim desde debajo de la roca en donde me encontraba sentada.
-Aquí estoy, -contesté casi en un susurro desde mi posición que ella pudo escuchar a la perfección.
Kimberly suspiró al verme y subió con agilidad, y en un parpadeo, la tenía sentada a mi lado. Su mirada era triste, y me observaba con preocupación.
-Estoy bien –dije quitando mi mirada de sus ojos y llevándola hacia el horizonte, por donde el sol se asomaba con lentitud.
-¿Por qué no te creo? –me encogí de hombros con desgana.
¿De verdad importaba como me sentía? Pero la gran pregunta que me hacía a mí misma era: ¿Qué era lo que sentía?
¿Me sentía triste? Sí. El hecho de no haber ido durante tres semanas, casi ya un mes, al Instituto y estar alejada la mayor parte del día de mis amigos me entristecía.
¿Me sentía enojada? SI. El solo hecho de no ir al Instituto por ÉL, me enfurecía hasta los huesos. ¿Quién se creía ese ser para prohibirme o impedirme hacer algo? En mis cinco décadas de antigüedad, nunca existió nada ni nadie que pudiera impedirme hacer algo, o siquiera poseer algo. Y ahora, de la nada, aparecía esa criatura enviada de mi mismísimo infierno, dispuesta a torturarme hasta la locura con la tentación. ¡¿Quién demonios se creía que era?!
¿Me sentía confundida? ¡Claro que sí! Aun no entendía porque aquel día, hace tres semanas atrás, cuando me giré a él, lo miré de otra forma, lo quise de otra forma. Yo nunca, en mis cincuenta años que tenía como vampsolt, e incluso antes como humana, sentí algo aparte de amistad por alguien. Nunca creí que fuera digna de otro amor que no sea ese, nunca supe lo que significaba ser amada de esa forma tan especial como en la que George amaba a Kimberly, y viceversa.
-¿Estás bien? –me preguntó Kim sacándome de mis pensamientos. Asentí volviendo a la realidad- ¿Qué harás hoy? –preguntó mirando en mi misma dirección, o sea, al horizonte.
“Gran pregunta…” pensé para mí misma. ¿Qué era lo que haría? ¿Me seguiría escondiendo como lo venía haciendo hacía semanas? ¿O me animaría a dar la cara? Aún podía ver mi rostro de monstruo hambriento reflejado en esos preocupados ojos dorados. Era…repugnante.
-No lo sé, -contesté alejando mi mirada del resplandeciente sol y dirigiéndola a mis pies, que se balanceaban de atrás hacia adelante en el aire.
-No puedes seguirte escondiendo –podía sentir su fija mirada en mí- ¿Dónde quedó mi Bella fuerte? ¿La que no le tiene miedo a nada? –levanté mi mirada incrédula y la clave en sus ojos.
-Yo no tengo miedo de volver, solo…estoy…confundida…–dije mientras volvía mi mirada a mis pies.
-Admítelo, también tienes miedo –dijo en tono divertido.
-No tengo miedo –dije cortante.
-Si lo tienes –insistió.
-No lo tengo.
-Si lo tienes.
¿Lo tenía? ¿Acaso tenía miedo de volver a encontrarme con aquel vampiro de ojos dorados?
-No lo tengo.
-Sí, lo tienes.
-Haber, chica lista, ¿a qué se supone que tendría que tenerle miedo?
Ella pensó durante unos segundos, ideando su respuesta antes de contestarme.
-Quizás, tienes miedo a reconocer lo que sientes por él…-dijo con su sonrisa de “descubrí tu secreto”.
-¡¿Qué?! –pregunté alterada- Kimberly, ¿te estás escuchando?
-Vamos, Bella. Ambas sabemos que si el chico no te importara, hace tiempo hubieras ido por él sin ningún problema y sin nadie que pueda detenerte –dijo firme con esa sonrisa. Dirigí mi mirada atónita de vuelta a mis pies balanceantes.
¿Acaso Kimberly tenía razón? ¿De verdad me importaba el vampiro de ojos dorados? Y si así era, ¿qué era lo que sentía por él? ¿Por qué mi pecho ardía de tristeza con el solo hecho de pensar en no volver a verlo? ¿Por qué mi pecho dolía como los mil demonios ante el pensamiento de matarlo?
-Odio cuando te concentras demasiado en tus pensamientos, ¡pareciera que estuvieras muerta! –comentó Kim exasperada. Solté una delicada risa- Esta bien, te dejo con tu mente unas horas más. Luego me dices si volverás con nosotros…–dijo poniéndose de cuclillas, preparándose para saltar de la roca al suelo- Si te interesa, el vampiro se llama Edward, y ha preguntado por ti –dijo, y saltó. Me quedé mirándola atónita mientras corría.
.
.
.
Mi decisión ya estaba tomada. Iba a volver al Instituto, no únicamente por él, sino por mí. Tenía que ser fuerte y resistirme, tenía que demostrarle a los vampiros y a mis propios amigos que seguía siendo la misma, que seguía siendo la fuerte y poderosa Isabella Swan.
-Me gusta que hayas decidido volver –me dijo Max cuando bajábamos del auto una vez que George aparcó en el estacionamiento del Instituto. Asentí sonriendo.
-Solo, ten en cuenta que si necesitas ayuda, un silbido basta…-dijo George divertido mientras abrazaba a Kim por los hombros una vez que llegaban a Max y a mí. Le saqué la lengua divertida justo cuando el timbre sonó.
Me despedí de mis amigos mientras corría, a paso humano, a mi casillero a buscar mis libros para la primera hora. Biología. Sabía que la hora de encontrarme con la realidad había llegado. Apostaba que el tal vampiro Edward, no perdería un segundo para interrogarme, y no sabía por qué pero ansiaba ese momento.
Una vez que guardé todo lo necesario en mi mochila, me dirigí a mi clase con total lentitud, intentando calmar mis pensamientos y mis emociones. ¿Qué demonios me ocurría? No era que me iba a presentar ante los Vulturis con una sentencia de muerte segura, pero tampoco era tranquilizador pensar en presentarme delante de la criatura que hacía unas semanas atrás, casi un mes completo, estuve a punto de matar a sangre fría, metafóricamente.
Entré en aquel salón lleno de estudiantes, que la mayoría, en especial hombres, suspiraron al verme. El vampiro estaba sentado en mi lugar, con su mente perdida en alguna parte. Pero de la nada frunció el ceño y dirigió su mirada hacia mí. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, sentí mis piernas flaquear. Esos brillantes ojos dorados destilaban confusión y alegría. No pude evitar que una media sonrisa apareciera en mi rostro mientras dirigía mi mirada al suelo y comenzaba a caminar hacia mi lugar, a su lado, mientras colocaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Me senté bajo su atenta mirada y su completa atención, mientras su olor me golpeaba con fuerza. Decidí no inhalar, no respirar, pero antes de llegar a él, sabiendo lo que su olor provocaría en mí, tomé el aire suficiente como para hablar durante tres horas.
Una vez que me acomodé, giré mi rostro hacia él, dispuesta hablarle, y pude ver que él también lo disponía. Pero antes de que alguno pudiera decir algo, el profesor Banner entró en la clase.
-Okey, alumnos, hoy vamos a separar y clasificar las células de raíz de cebolla en sus fases de mitosis -dijo mientras comenzaba a entregar cuatro pequeños cristales con esas células por pupitre.
Cuando llegó al pupitre que compartía con el tal Edward, se quedó mirándome asombrado.
-Veo que volviste a unírtenos, Bella -dijo con total confianza. Sonreí en respuesta.
-Tuve que salir del pueblo -respondí con sinceridad y bajo la completa atención del vampiro.
Luego de mi noche con Riley, me fui lejos, casi llegando a las afueras de Seattle. Intentando de esa forma olvidarme de su olor y no tentarme a ir por él, pero aún seguía prendido en cada célula de mi cabeza. Me era imposible irme demasiado lejos.
-Asuntos personales, -agregué con una sonrisa al notar la confusión del señor Banner y la del vampiro.
El señor Banner era el único profesor con el que me llevaba bastante bien, y al parecer yo también le agradaba. Según él, le hacía recordar a la hija, cuando tenía “mi edad”.
-Me alegra que hayas vuelto, Bells -dijo con una sincera sonrisa antes de seguir con su tarea.
El vampiro no dejaba de mirarme mientras yo observaba detenidamente el portaobjetos que contenía las células. Podía sentir su intensa mirada sobre mí y mis acciones, podía sentir su curiosidad y su confusión. Y eso me hacía sentir…incómoda.
-Bueno, quiero que contesten las preguntas de la página 320 sobre esta actividad -dijo el profesor haciendo que mi acompañante volviera a la realidad. Reí bajo, intentando que mi cabello fuera una cortina para que él no se diera cuenta, pero no sirvió. Él soltó una débil risa al darse cuenta de por qué yo reía. Mientras nosotros reíamos, los demás estudiantes protestaban por las actividades, hasta que el señor Banner continuó- Una vez que lo terminen, me lo entregan. Empiecen -terminó mientras comenzaba a pasar por cada pupitre que lo llamaba. Volví mi atención al portaobjetos.
-Hola, -dijo por fin, rompiendo con el silencio- me llamo Edward Cullen -asentí mirándolo un poco arrepentida.
-Isabella Swan, pero prefiero que me llamen Bella -aclaré. Su rostro demostró comprensión, creo que el hecho de que el profesor me llamara por mi diminutivo lo había confundido. Sonrió más aliviado.
Lo miré detenidamente. Su rostro parecía tallado por los mismos dioses. Su barbilla cuadrada y varonil; su cuerpo no estaba tan mal, podía distinguir los músculos de su pecho gracias a la remera mangas cortas y pegada al cuerpo que llevaba puesta, dejando ver así su cuello al descubierto, tentándome; esa sonrisa torcida hacía que me perdiera en la nada.
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